Donald Trump dice adiós a cuatro años de caos: “Tengan una gran vida, ¡nos veremos pronto!”
El republicano se despide con alfombra roja y salvas de honor en una base militar arropado por sus seguidores.
Donald Trump es historia. El presidente 45º de Estados Unidos ha dejado la Casa Blanca a las 8.16. Despegó en el helicóptero Marine One desde los jardines de la residencia y dio una última vuelta como mandatario por la capital que puso patas arriba durante 1.460 días a golpe de tuits. Se trasladó a la base militar Andrews, donde abordó por última vez el Air Force One junto a Melania y su hijo Baron, de 14 años. El republicano ha abandonado Washington, epicentro del poder al que llegó con halo de intruso con la promesa de drenar el pantano. Este miércoles dice adiós con un futuro lleno de incertidumbre. Si sus predecesores pasaban los últimos días en la oficina oval meditando sobre el legado, Trump los ha gastado solo y de mal humor con la cabeza llena de fantasmas por un fraude electoral inexistente. Sobre él pende también el estigma de ser el único presidente con dos procesos de impeachment.
“Muchas gracias, ha sido un honor”, dijo Trump, vestido con su icónica corbata roja, a los reporteros que lo vieron desfilar rumbo al helicóptero. “No será un largo adiós”, añadió quien no ha podido superar la derrota electoral y prefiere abandonar la ciudad antes de convertirse en expresidente. El primero que no entrega el testigo a su sucesor desde 1869. Antes de poner un pie en el Marine One, Trump se volvió y se despidió en un gesto que recuerda al 9 de agosto de 1974, cuando Richard Nixon renunció a la presidencia. Con una diferencia, Nixon no se atrevió a pasar sus últimas horas en el poder otorgando perdones a sus socios y amigos.
Trump tuvo en la base militar de Andrews la despedida que quiso. Caminó por la alfombra roja junto a su esposa Melania, vestida completamente de negro, con una pista sonora de salvas militares de honor y aplausos de un grupo de simpatizantes. “¡Te amamos!”, le gritaba un puñado de espectadores, con la gorra roja de Make America Great Again, el símbolo de su presidencia, calzada en la cabeza.
“¡Y nosotros los amamos a ustedes!”, le respondió Trump en un adiós que tuvo sabor a un último mitin. Melania dedicó unas acartonadas últimas palabras que no salieron del guion al que se ciñó durante los cuatro años. El presidente siguió a su esposa con una serie de afirmaciones que pueden ser desafiadas. El principal rostro de la era de la posverdad y de las fake news —Trump superó las 25.000 mentiras o afirmaciones engañosas mientras ocupó la oficina, promediando entre 600 o 700 en campaña, según The Washington Post— dijo haber reconstruido el Ejército, tener niveles de aprobación entre los veteranos sin comparación y habló en pasado de la pandemia. La misma enfermedad que ha dejado 400.000 fallecidos en Estados Unidos. “Mucho amor para las familias que han sufrido por el virus de China”, dedicó el republicano.
El Air Force One despegó por última vez con Trump como pasajero a las 09.00 rumbo a Florida. En los altavoces de la base militar sonaba My Way, de Frank Sinatra. El presidente 45º no mencionó por su nombre a Joe Biden, a quien sí deseó suerte. “El futuro nunca ha sido mejor para este país. Deseo mucho éxito a la nueva Administración. Y la tendrán porque hemos dejado los cimientos para ello”, añadió antes de agradecer a su familia, al jefe de Gabinete Mark Meadows, a “algunos miembros” del Congreso y al vicepresidente Mike Pence, quien no lo acompañó para estar presente en la investidura de Biden y Kamala Harris en el Capitolio. “¡Tengan una gran vida, nos veremos pronto!”, fueron las últimas palabras del hombre, que recibió 74,2 millones de votos en noviembre.
Washington vuelve a respirar. La ciudad que solo dio 18.500 votos a Trump en noviembre parecía estar sosteniendo el aliento desde el asalto al Congreso del 6 de enero. El episodio dejó cinco fallecidos y se ha convertido en el penúltimo lastre para el ahora expresidente, quien desde el poder alimentó a los supremacistas blancos y grupos extremistas, a quienes nunca condenó con severidad. El monstruo ya había tocado a la puerta. Lo hizo en agosto de 2017, cuando neonazis celebraron un mitin en Charlottesville (Virginia) y donde chocaron con antifascistas. “Hay buena gente en ambos bandos”, dijo Trump tras el incidente. Su partida deja un país fracturado con un abismo entre la América blanca y las minorías.
El 74% de los estadounidenses cree que Estados Unidos está mal encaminado. Su sucesor, Joe Biden comenzará a corregir desde hoy mismo algunas decisiones nocivas, como la salida del acuerdo de París contra el cambio climático. El demócrata también dará marcha atrás a partes de la política migratoria implementada en la frontera con México, que separó a 3.000 menores migrantes de sus familias al menos hasta el verano de 2018.
El empresario y expresentador televisivo de programas de reality deja la reputación internacional de Estados Unidos en mínimos. Durante su Administración erosionó el peso de la diplomacia estadounidense gracias a su política de America First y por su tirante relación con los secretarios de Estado con los que, al igual que el resto del Gabinete, sostenía públicas disputas y echaba al estilo de El Aprendiz cuando no se plegaban a sus caprichos.
El estilo personal de Trump, quien lanzó su carrera por la presidencia con un mitin en 2015 llamando a los mexicanos violadores y delincuentes, provocó la publicación de cientos de libros que intentaron explicar el encumbramiento. Los ensayos derivaron pronto en estudios sobre la personalidad narcisista de un presidente que daba señales de autócrata. Su primer viaje al extranjero fue a Riad, donde se reunió con el rey Salmán y otras autoridades de Arabia Saudí. Posteriormente, Trump se convirtió en el primer líder estadounidense en encontrarse con el dictador norcoreano Kim Jong-Un, a quien meses antes había incluido en su larga lista de agravios llamándolo “pequeño hombre cohete”.
El hombre que llegó a Washington con la promesa de poner fin a la “masacre estadounidense” (american carnage) abandona el poder tras cuatro años tumultuosos. “¿Qué más hay que decir?”, se preguntaba Trump antes de abordar el avión que lo llevó a su retiro en Florida.